Retablo de Santa Clara

Almudena Córdoba López. Restauradora de Arte
Teodoro Abbad Santiveri

Corría 1524 cuando comenzaba, con doce años de retraso, la construcción del convento de Santa Clara en la villa burgalesa de Briviesca, que concluyó tras más de medio siglo; se completó con la iglesia, la casa solariega y el hospital, constituyendo los cuatro edificios un conjunto declarado Monumento Nacional en 1931.

Aun siendo destacable su arquitectura exterior, nos invade al entrar una luminosidad y excelencia que invitan a apreciar, siempre desde la calma que inspira el lugar, todos sus detalles, entre los que merece enfatizarse, sin desmerecer otros, el retablo de Santa Clara.

El primer impacto positivo es su tamaño, de más de 20 metros de alto, pero no podemos dejar de valorar que este tallado, de fina elegancia y con profusión de detalles en tres paños, con escenas dispuestas en cinco pisos y adaptadas con increíble precisión al ábside, está realizado enteramente en madera de nogal, lo que da al conjunto vigor, fuerza y elegancia.

Su exquisita organización y equilibrio muestran una indiscutible armonía con el conjunto general de las tallas y ornamentos, entre los que cabe destacar especialmente el adorno con motivos vegetales entremezclados con la imagen y forma humana en admirable filigrana, que hacen de este retablo un ejemplar singular, considerado por muchos autores como una de las mejores manifestaciones escultóricas españolas de la segunda mitad del siglo XVI. El motivo dominante del retablo es la Asunción de la Virgen, y entre sus características, como bien se aprecia, está la ausencia de policromía, debida a la escasez de dinero para acabar la obra. Y si bien la historia del encargo del retablo merece ser contada con detalle, quedémonos hoy con estas hermosas imágenes tanto del conjunto como del detalle del árbol de Jetsé.

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